martes, 7 de julio de 2009

LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN, LA BÚSQUEDA DEL PODER Y LA TIERRA PROMETIDA

VIII


LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SIÓN, LA BÚSQUEDA DEL PODER Y LA TIERRA PROMETIDA






En el discurso rabínico pronunciado en 1880 y publicado por Sir John Readelif, bajo el título de Reseña de los acontecimientos político-históricos acaecidos en los diez últimos años se lee:
Si el oro es la primera potencia de este mundo, la segunda sin disputa es la prensa. Más adelante:
La posesión del oro, la habilidad en la elección de medios para manejar las capacidades fáciles de sobornar, nos convertirán en los árbitros de la opinión pública y nos darán el imperio sobre las masas. Luego:
Una vez dueños absolutos de la prensa, podremos cambiar las ideas sobre el honor, sobre la virtud, la rectitud de conciencia y dar así el primer golpe a una institución sacrosanta hasta ahora, la familia y consumar su disolución. (Véase la Enciclopedia Judía I. XII, p 675)
Cualquiera medianamente alerta, puede palpar con facilidad cómo la política le agachó la cerviz al oro y cómo a los cerebros de las masas los mantienen en un constante vapuleo dentro del gigantesco tambor de la máquina de lavar cerebros en que se convirtieron los medios de información bajo el control de los sabios de Sión.
No es preciso ser un genio para concluir, que la forma más fácil de debilitar y someter a un pueblo, es desmoralizándolo. Los sionistas vienen practicando esta verdad axiomática desde antiguo, dedicándose a minar sistemáticamente los principios morales de sus enemigos, que según ellos, son todos aquellos que no son cobijados por la estrella de David.
Había un gran núcleo de la sociedad que escapaba a sus manipulaciones, pues gozaba de cierta independencia y poco contacto tenía con los medios de información de masas, ya que vivían apartados de los centros urbanos, los agricultores. Como éstos eran quienes más celosamente guardaban sus valores, había pues que encontrar la manera de someterlos. Los conciliábulos masónicos pronto engendraron un sistema diabólico e inventaron la bolsa de commodities.
A los políticos les ordenaron encarecer los impuestos que pesaban sobre las tierras de labranza y hacerles cada vez más onerosos los insumos, hasta obligarlos a recurrir al agiotista.
Los bancos les limitaron los créditos y los plazos y les pusieron tasas de interés que los apuraban a salir con sus cosechas y feriarlas al mejor postor, cuyo comercio de compra dependía de los precios que fijaban las bolsas de commodities en manos de los imperialistas de Sión.
El comercio de commodities opera con unos márgenes de utilidad tan grandes, que los consumidores debieron pagar a los sionistas tanto dinero que estos lograron con esos márgenes apoderarse de las tierras de los agricultores, para quienes venderlas fue cuestión de supervivencia.
La masonería se había apuntado el triunfo más importante en su quehacer avasallador y fue contemplando complacida cómo fueron abandonando los campos los más leales súbditos de Jesucristo y de los Estados Cristianos, sus más codiciadas potenciales víctimas, para ir a hacinarse en las ciudades donde irremisiblemente todos los citadinos son sometidos al vapuleo del oro y de la información sionistas.
La electrónica le imprimió una velocidad antes no soñada a los movimientos financieros y a la información y consiguió que el mundo alcanzara en veinte años un grado de globalización que no había conseguido en todos los milenios anteriores.
La dictadura de los dineros especulativos y de los medios de información impusieron la tiranía del mercado llevada de la mano de un capitalismo neoliberal y salvaje.
La masa fue apabullada y anestesiada con imágenes y mensajes que acabaron uniformando al gran rebaño no sionista y creándole un sentimiento de impotencia que la convirtió en indiferente, conformista y obediente a los mandatos de la pantalla.
Se dio el apogeo del ser humano light, dentro del cual fue borrado su culto al humanismo transformándosele en una adoración a la farándula y a los ídolos fabricados por los medios de comunicación.
Ese gran hato de borregos de dos patas en que tienen convertidas a las grandes mayorías sólo engulle las mismas comidas rápidas (fastfood), bebe las mismas pociones embotelladas, oye los mismos ritmos, ve las mismas películas, viste los mismos jeans, las mismas camisetas y los mismos zapatos de goma y cuando durante su tiempo disponible no está frente a una pantalla, recibiendo instrucciones de consumo y sufriendo, sin percatarse, la sustitución de sus valores, se encuentra irremediablemente con un adminículo plástico llamado teléfono móvil adherido a la oreja, a través del cual acaba de consumir el poco dinero que le queda.
Esta es la imagen del hombre nuevo que creó Sión para servir sus intereses, es el hombre de cerebro lavado, el que ha perdido su fe y va por un camino hacia ninguna parte.
Para acabar de confundir a este pobre ser humano, en todas partes se proscribió el elemento comprensible: La melodía en la música, el parecido en el retrato y lo inteligible en el idioma.
La cuestión sionista, que con mayor o menor intensidad, había estado siempre presente a través de los siglos, adquirió dimensiones concretas después de la celebración de los seis congresos sionistas celebrados entre 1897 y 1903.
El primer congreso en 1897 celebrado en Basilea bajo el influjo de Theodor Herzl, de Marx Nordau y de York Steiner, dio los primeros pasos para la creación de la asociación financiera para la colonización judía (Jewish Colonial Trust) y se refinó y concretó el texto que hoy conocemos de Los protocolos de los sabios de Sión (Los Protocolos de los Sabios de Sión, 6ª. Edición, Editorial Época S.A. Emperadores No. 185, México 13, D.F.), que contienen el plan sionista de la dominación mundial.
Este, como todos los documentos que desenmascaran o denuncian sus maquinaciones, eran antes del Internet de muy difícil consecución, pues es de dominio público que la masonería controla también el negocio editorial a escala planetaria y por su conducto el negocio del comercio de libros. Sólo algunos pocos Quijotes hacen ingentes y desiguales esfuerzos por imprimir y hacer llegar ejemplares donde pueden.
No obstante lo evidentes de Los Protocolos de los Sabios de Sión como relación de programas que se deberían suceder y que incontrovertiblemente se sucedieron después del 10 de agosto de 1906, fecha en que se documentó el depósito de un ejemplar de la edición de los protocolos de 1905 en el British Museum, la masonería sionista sigue negando su autoría, al igual que el esposo adúltero que fue sorprendido infragante por su esposa con otra mujer y le preguntó: “¿Qué hace esa mujer en nuestro lecho matrimonial?”.
Él giró la cabeza hacia la parte de la cama que le señalaba su iracunda consorte y donde se encontraba su furtiva compañera, también desnuda, y regresando la vista hacia su cónyuge le respondió:
“¿Cuál mujer?”.
O, ¿acaso fueron los protocolos dictados por un profeta moderno con parecidas capacidades de vaticinio a los del Antiguo Testamento?
Aunque los imperialistas de Sión siempre niegan empecinadamente todo lo que ponga al descubierto o en riesgo sus planes, muchas veces son tan contundentes las pruebas, que deben recurrir al tan ensayado expediente de comprar ediciones completas, o de recoger todos los escritos que los denuncian, para destruirlos. Obviamente han sido todas las ediciones de Los Protocolos de los Sabios de Sión objetivo preponderante de este plan confiscatorio, seguidos por otros importantes textos, como El Judío internacional de Henry Ford, de quien nadie puede negar que se trate de uno de los más destacados estadounidenses del siglo XX y de uno de los más acendrados patriotas.
En los países de Europa Occidental empezó la batalla de la Iglesia contra los criptojudíos en tiempos de las cruzadas. En 1180 fueron expulsados de Francia; en 1198 volvieron a ser admitidos y en 1394 debieron ser expulsados definitivamente de ese país, lo que se mantuvo por muchos años, pero después regresaron con su conspiración perfeccionada y tomaron el control a través de la Revolución Francesa.
Inglaterra debió también tomar precauciones ante la conspiración sionista, especialmente en tiempos de Ricardo Corazón de León.
A Alemania llegaron ya los judíos en tiempos del Imperio Romano. En 321 había judíos privilegiados por el emperador Constantino en Colonia; en el año 800 ya se mencionan judíos en Augsburgo, en el 950 en Magdeburgo y Merseburgo; en el 1009 en Meissen. Primero la ley germánica les concedió todos sus derechos, pero luego se debió establecer un Ordenamiento judío y se les prohibió tener propiedades y vivir en el campo, debiendo establecerse en las ciudades.
Pero después hubo que confinarlos en barrios judíos. El primer ghetto se estableció en Venecia en 1516 y después se les prohibieron todas las actividades económicas distintas a las de ropavejeros y prestamistas y en esta área obtuvieron grandes beneficios, pero se granjearon también el odio de las gentes explotadas de los países de sus actividades.
Volvamos a la independencia y consolidación de la que sigue siendo la primera potencia mundial en los albores del tercer milenio, los Estados Unidos de América y citemos sólo unas cuantas coincidencias con la masonería:
La antigua y poderosa hermandad ya había intuído el devenir de la próxima gran potencia y sentado sus reales en ella. En la declaración de independencia de los Estados Unidos de América, más de cincuenta(50) de los cincuenta y seis signatarios, eran miembros de la masonería (algunos reivindican 52, otros 55 de los 56).
De los presidentes de la unión, George Washington fue masón que se inició en la logia Fredricksburg 4 de Virginia; Theodor Roosevelt fue maestre de la logia Matinecock 806 de Oyster Bay en Nueva York; William Howard Taft, gran maestre de la Masonería de Ohio; Franklin Delano Roosevelt, grado 32 del Rito Escocés; Gerald Ford, Inspector General Honorario del Grado 33 y miembro de la logia Columbia 3; George Bush padre, grado 33 del Supremo Consejo, y no sigamos para no cansar.
Los colores de la bandera de los Estados Unidos de América son los mismos azul, blanco y rojo de la Revolución Francesa, tomados a su vez de los tres tipos de logias masónicas de la época. El masón James Hoban fue el diseñador de la Casa Blanca, residencia de los Presidentes de EUA y el también masón Frederick A. Bartholdi, de la simbólica estatua de la libertad, y el monumento más grande erigido en honor de la masonería lo levantaron junto al río Potomac en Alexandria, Virginia, el George Washington Masonic National Memorial, inaugurado en 1932 y en su interior se pueden visitar, entre otros, la réplica de una logia y una biblioteca con libros sobre la masonería.
Es, por decir lo menos, curioso, recordar que el masón Lafayette, que ordenó la demolición de La Bastilla, envió sus llaves como regalo a George Washington.
Sigamos viendo el sello masónico en los símbolos de la gran potencia:
El Congreso reunido en Filadelfia encargó a los masones John Adams, Benjamín Franklin y Thomas Jefferson para elaborar el escudo y sello de la Unión. El primero presentó un tema mitológico que representaba a Heracles; el segundo planteó una alegoría que mostraba a Moisés conduciendo al pueblo elegido a través de las aguas del Mar Rojo y el tercero representó a los israelitas marchando hacia la tierra prometida, pero finalmente fue escogido el diseño de otro, de Charles Thomson, que era maestre de la logia masónica de Filadelfia que dirigía el propio Franklin.
Copiemos la descripción que hace del escudo el citado autor de Illuminati, Paul H. Koch, en la página 95 de la edición Planeta 2004:
En el anverso del sello aparece un águila calva americana con las alas desplegadas que lleva sobre el pecho un escudo con el campo superior de color azul y el inferior repartido en trece barras blancas y rojas. En una de sus garras porta una rama de olivo y en la otra, trece flechas. Sobre ella hay un dibujo circular en cuyo interior trece estrellas componen la “nueva constelación”, insinuada en la bandera, que de nueva no tiene nada, porque se puede reconocer con claridad una estrella de David. Finalmente, el ave lleva en el pico una cinta en la que se inscribe la primera leyenda oficial de Estados Unidos: “E pluribus unum” (“De muchos se formó uno”), el mismo eslogan de Weishaupt. En cuanto al reverso de este sello, es muy popular en todo el mundo, puesto que se puede ver en los billetes de un dólar. Fue el presidente Franklin D. Roosevelt quien ordenó imprimirlo en 1945.
Lo que más nos interesa, sin embargo, es que en el reverso aparece un icono familiar: un triángulo con un ojo en su interior. Y que incluye la leyenda “Novus Ordo Seclorum” o “Nuevo orden de los siglos”. La inclusión de esta frase, en principio tomada de Virgilio, se interpreta como la intención de los padres de la nación norteamericana de equiparar a Estados Unidos con la Roma clásica”.
La primera logia que abrieron los Illuminati en territorio estadounidense fue la logia Columbia de Nueva York, que en el siglo XX cambió su nombre por el de Gran Logia Rockefeller.
La inefable familia Rockefeller, descendientes de inmigrantes judíos alemanes llegados a Estados Unidos de América en 1733, se consolidó con el fundador de la fábula, John Davidson Rockefeller, quien fuera tomado como modelo por Walt Disney para su “Tio Gilito”, originalmente el avaro Scrooge de Cuento de Navidad de Charles Dickens.
Este personaje, a través de su Standard Oil, no escatimó medios legales y menos legales para eliminar a sus competidores. La coacción y el soborno, unidos a la maraña jurídica que le creó a su compañía, hicieron inútiles las leyes antimonopolio, convirtiéndolo en el negociante más terrible de la época, pero solía repetir: God Bless The Standard Oil, “Dios bendiga a la Standard Oil.”
Para bajar los costos del transporte de petróleo que enviaba en los ferrocarriles de Pennsylvania, Baltimore y Ohio controlados por la banca Kuhn, Loeb & Co, se asoció con los Rothschild a partir de 1880, consolidándose así definitivamente y ya en 1882 había crecido tanto que debió transformarse en la Standard Oil Trust, naciendo así el primer Trust de la historia económica: El sueño de Weishaupt hecho realidad en el campo de los negocios.
En 1907 el juez Landis lo condenó, nada menos, que por 1642 casos de extorsión al pago de indemnizaciones por 29 millones de dólares de la época, que tampoco pagó porque la condena fue apelada y más tarde anulada.
Para evitar problemas con la ley y evadir impuestos, Rockefeller se dedicó a crear fundaciones filantrópicas. Las leyes de EUA eximen a las fundaciones del pago de impuestos, pero les permite poseer, comprar y vender todo tipo de bienes valores bursátiles. Los bienes transferidos a las fundaciones se pueden deducir en las declaraciones de renta y quedan exentos del pago de impuestos de sucesión.
Rockefeller, hijo, se dedicó a fomentar cierta unión protestante incorporando a las religiones tesis capitalistas. Sus fundaciones han dado aportaciones considerables al Movimiento Mundial Interiglesias, al Consejo Federal de Iglesias y al Instituto de Investigaciones Sociales y Religiosas, entre otros.
El “Clan Rockefeller” creó un peligroso coctel de negocios, política y religión, interdependientes.
En 1930 controlaba el Chase National Bank, convertido en la primera institución financiera americana. La consolidación financiera continuó en 1955 con la fusión del Bank of the Manhattan Company unido al grupo Warburg de donde nació el Chase Manhattan Bank, presidido durante muchos años por David Rockefeller.
No parece haber sectores económicos, dentro de las grandes multinacionales, donde el Clan no tenga metidos sus tentáculos.
Rockefeller y Rothschild, son y cómo no, Sumos Sacerdotes del oculto sanedrín contemporáneo.
Lord Byron (1788 – 1824) ya escribía premonitoriamente en “La Edad de Bronce”:
¿Cómo es rica Inglaterra? No en piedras preciosas, tampoco en abundancia y paz, aceite y vino, en leche y miel, como la tierra de Kanaá una vez, tampoco en dinero efectivo, que no en dinero de papel; entretanto, si nos vemos privados de estos tesoros, ¿hubo jamás un país cristiano tan rico en judíos? Ellos disponen a su antojo del Trono y del bien de los pueblos; ¡Su pagaré vuela desde el Indo hasta el Polo!
Y Bolsa y Banca, Barón y Compañeros se apresuran a salvar al príncipe de los mendigos de la bancarrota; El oro; no el acero, les abre la puerta del triunfo; Un pueblo elegido, un simple par de judíos, encontrará su tierra de promisión, en cualquier país; Dos judíos, bien se ve que no samaritanos, son ahora dueños judíos del globo terrestre. ¿La felicidad de los pueblos? La menosprecian; Su Nueva Jerusalén es un Congreso, donde se ostenta el orden y el derecho de los hombres libres.
Es sintomático ver cómo ya en 1911, años antes de que el Comunismo se hubiese entronizado en Rusia, el diario estadounidense Saint Louis Post Dispatch publicó una caricatura del dibujante Robert Minor que mostraba a Marx en medio de los rascacielos de Wall Street rodeado por una entusiasta muchedumbre, mientras porta sus obras en la mano izquierda y le estrecha la derecha a un sonriente George Perkins, socio del banquero J. P. Morgan, quien a su vez figura al lado de ambos y junto a Andrew Carnegie y John D. Rockefeller, todos esperando ansiosos estrechar la mano del autor de El Manifiesto Comunista. Al fondo se ve a Theodore Roosevelt, Presidente de EUA.
En la Ciudad de Dios, San Agustín en el Cap. VII. II nos trae una cita de Séneca (Del año 4 al 65 de nuestra era):
...Esta gente perversísima ha llegado a extender sus costumbres en el mundo entero; vencidos han dado leyes a los vencedores.
Y cualquiera se pregunta:
¿Marx agasajado por lo más granado del capital?
Pero no se puede perder de vista lo ya consignado aquí, que las metas de los iluminados coinciden con las planteadas por Marx.
En todo caso, las fuentes del marxismo, que son, aparte del materialismo hebreo, básicamente tres, la filosofía de Hegel, el socialismo francés y la escuela clásica de economía británica, están todas relacionadas de alguna manera con los manejos de los Illuminati.
Otro dato significativo que curiosamente no recogen las enciclopedias, aunque los originales se guarden en las colecciones de documentos del Museo Británico, es que fue Nathan Rothschild quien firmó los cheques de la llamada Liga de los Hombres Justos, con los que se retribuyó a Marx la confección de sus famosas obras.
No causan extrañezas entonces las cínicas declaraciones que hizo el Primer Ministro israelí, Ariel Sharon en 2001:
Quiero decirles algo muy claramente: no se preocupen por los Estados Unidos. Nosotros controlamos a los Estados Unidos y los estadounidenses lo saben.317

317Ver artículo “Disposiciones” de Juan Gelman, publicado en el diario Página 12 de Buenos Aires, el 04-dic-02. Respecto de estas notables declaraciones de Sharon, Gelman agrega en su artículo que “así lo informó Radio Israel (Kol Israel) y nunca fue desmentido. Solo una profunda sensación de impunidad permite esta clase de disposiciones orales. Aquella no fue la única en las que el premier israelí suele incurrir. Declaraba [Sharon] no hace mucho al Times de Londres: <>”. consultar www.pagina12.com.ar.

























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