martes, 7 de julio de 2009

LIBERTAD DE PRENSA Y DEMOCRACIA

VII


LIBERTAD DE PRENSA Y DEMOCRACIA






Dejemos que sean los mismos “Protocolos de los Sabios de Sión” los que nos describan sus planes:
LA OPINION PÚBLICA
En la segunda sesión, acta N° 2 de Los Protocolos de Los Sabios de Sión se lee en sus dos últimos párrafos:
La Prensa, entre las manos de los Gobiernos existentes, es una gran potencia por medio de la cual dominan el espíritu público. La Prensa da a conocer las reclamaciones del pueblo; expone sus quejas y no pocas veces propala el descontento. La prensa es la que ha conseguido la libertad de palabra, pero los Gobiernos no han sabido aprovecharse de esta fuerza y nos hemos apoderado de ella. Por medio de la Prensa hemos adquirido la influencia, quedándonos nosotros entre bastidores.
Gracias a la Prensa acumulamos todo el oro, aunque nos ha costado torrentes de sangre y el sacrificio de muchísimos de los nuestros; pero cada uno de nuestros sacrificios vale ante Dios por millares de gentiles.
En la quinta sesión, acta N° 5 de Los Protocolos se lee, entre otros:
Procuraremos que nadie dude de nuestras ideas liberales, de las que haremos gala frente a todos los partidos y todas las tendencias, comunicándoselas a nuestros oradores. Estos oradores serán tan locuaces, que llegarán a fatigar al pueblo con sus discursos a tal punto que consigan hacer insoportable a los oyentes cualquier clase de peroración.
Para asegurarse la opinión pública, es necesario primeramente embarullarla por completo, haciéndole oír por diferentes conductos, ideas y opiniones contradictorias, en párrafos muy largos para que los gentiles se pierdan en un laberinto. Sólo así comprenderán que el mejor partido que deben tomar, es no tener ninguna opinión en materia política; materia que no puede ser comprendida del público, pero que debe reservarse exclusivamente para aquellos que dirigen todos los asuntos. Éste es el primer secreto.
El segundo secreto, necesario para el triunfo de nuestro gobierno, consiste en multiplicar a tal punto los desaciertos, las costumbres, las pasiones y las leyes convencionales del país que nadie sea capaz de pensar con claridad en este caos; los hombres terminarán por no entenderse los unos con los otros.
Esta política nos ayudará igualmente a sembrar disensiones entre todos los partidos y a disolver todas las colectividades más fuertes y descorazonar todas las iniciativas individuales que puedan estorbar nuestros proyectos.
No hay nada más peligroso que la iniciativa personal, porque si ésta fuera producto de un gran cerebro, podría hacernos mucho más daño que todos los millones de individuos que hemos lanzado los unos contra los otros.
En la séptima sesión, acta n° 7 de los mismos Protocolos de los Sabios de Sión se lee al final:
Para favorecer nuestro plan mundial, el cual está muy próximo a los fines que nos hemos propuesto alcanzar, nos hace falta convencer a los Gobiernos de los gentiles, por lo que vulgarmente se dice la opinión pública, predispuesta ya por nosotros, por medio de la más grande de las potencias, la Prensa, la cual, aparte de alguna insignificante excepción de la cual no merece la pena nos ocupemos, está por lo general, en nuestras manos.
En conclusión, para demostrar que todos los Gobiernos de los Goim de Europa nos están sometidos, haremos con uno de ellos una prueba que no deje lugar a duda sobre nuestro gran poder, empleando para ello atropellos y crímenes, es decir, nos valdremos del terror, y en el caso de que todos indignados se pusieran en contra nuestra, les responderíamos con los cañones y fusiles americanos, chinos o japoneses.
Se transcribe a continuación en su totalidad la duodécima sesión, acta n° 12 de Los Protocolos de los Sabios de Sión, por referirse toda a la manipulación de la opinión pública por parte de los sionistas para alcanzar sus fines. Veamos:
La palabra “libertad” que puede interpretarse de diferentes maneras, la definiremos así: Libertad es el derecho de hacer aquello que permite la ley. Esta interpretación de la libertad en nuestro tiempo, hará que toda libertad esté en nuestras manos, porque las leyes destruirán o crearán lo que nos sea conveniente, según el programa expuesto más arriba.
Con la Prensa obraremos del modo siguiente: ¿Qué papel representa actualmente la Prensa? Sirve para encender las pasiones y para fomentar los egoísmos de los partidos. Es vana, injusta, mentirosa, y la mayor parte de los hombres no comprende para qué sirve.
Nosotros la sellaremos y le pondremos frenos, haciendo lo mismo con las demás obras impresas, pues ¿de qué nos servirá desembarazarnos de la Prensa, si habíamos de servir de blanco en las publicaciones y en los libros? Transformaremos la publicidad que tan cara nos cuesta hoy, porque ella es la que nos permite censurar los periódicos, en objeto de renta para el Estado. Crearemos un impuesto especial para la Prensa y exigiremos una participación cuando se funden periódicos o imprentas. De ese modo nuestro Gobierno quedará garantizado contra los ataques de la Prensa. Si fuese necesario, impondremos multas sin compasión.
Multas y timbres darán enormes ingresos al Estado. No se puede negar que los periódicos de partido podrían estar por encima de las pérdidas de dinero; en ese caso los suprimiremos desde el segundo ataque que nos dirijan. Nadie osará manchar la aureola de nuestra infalibilidad gubernamental.
El pretexto para suprimir un periódico será alegar que el órgano en cuestión agita los ánimos sin razón y sin motivo.
Os ruego observéis que, entre los que nos ataquen, habrá órganos creados por nosotros, pero ésos atacarán solamente los puntos que nosotros necesitemos cambiar.
Nada será dado a conocer a las gentes sin nuestro visto bueno. Este resultado lo hemos alcanzado ya en estos tiempos por el hecho de que todas las noticias son recibidas por diferentes agencias, que las centralizan de todas partes del mundo. Estas agencias serán entonces enteramente nuestras y no publicarán más que lo que les permitamos.
Si ahora ya hemos sabido apoderarnos del ánimo de las sociedades cristianas hasta el punto que en todas partes ven los acontecimientos mundiales a través de los cristales de colores que colocamos delante de sus ojos, si ya, ahora mismo, no hay en ningún Estado cerrojos que nos impidan el acceso a lo que los cristianos llaman tontamente, secretos de Estado, ¿qué será cuando seamos los dueños reconocidos del universo, en la persona de nuestro rey universal?
Todo el que quiera ser editor, librero o impresor, estará obligado a obtener un diploma, que, en caso de hacerse culpable de una falta cualquiera, le será quitado inmediatamente. Con estas medidas, el instrumento del pensamiento se convertirá en un medio de educación en las manos de nuestros Gobiernos, que no permitirán a las masas populares, divagar sobre los beneficios del progreso. ¿Quién de nosotros ignora que estos beneficios ilusorios llevan directamente sueños absurdos?
De estos sueños han nacido los sentimientos anárquicos de los hombres entre ellos y el poder, porque el progreso, o más bien, la idea de progreso ha dado base para toda clase de emancipaciones, sin fijar sus límites.
Todos los que llamamos liberales, son anarquistas, si no de hecho, por lo menos de pensamiento. Cada uno de ellos persigue las ilusiones de la libertad, y cae en la anarquía protestando por el sólo placer de protestar.
Volvamos a la Prensa. Le impondremos impuestos como a todo lo que se imprima, impuestos a tanto el pliego: los libros que tengan menos de 300 páginas, pagarán doble impuesto. Los registraremos en la categoría de folletos; de un lado con el fin de reducir el número de revistas que es el peor de los venenos y del otro porque esta medida obligará a los escritores a producir libros tan largos, que se leerán poco, sobre todo a causa de su carestía.
Al contrario, los que editemos nosotros para el bien de los espíritus en la tendencia que habremos establecido, serán baratos y leídos por todo el mundo. Los impuestos harán cegar el vano deseo de escribir y el miedo al castigo pondrá a los literatos bajo nuestra dependencia.
Si hay personas que tengan deseos de escribir en contra de nosotros, no encontrarán quien quiera imprimir sus obras. Antes de aceptar una obra para imprimir, el editor o el impresor tendrá que obtener el permiso para hacerlo. De este modo conoceremos de antemano los lazos que nos tiendan y los destruiremos, dando antes explicaciones sobre el asunto de que traten.
La literatura y el periodismo son las dos fuerzas educadoras más importantes, por eso nuestro Gobierno será el propietario de la mayor parte de los periódicos y de ese modo la influencia peligrosa de la Prensa privada estará neutralizada y adquiriremos una influencia enorme sobre el público. Si damos autorización para publicar diez periódicos, fundaremos treinta y así en adelante, y el público no se dará cuenta de ello. Todos los periódicos editados por nosotros, serán, en apariencia, de tendencias y opiniones completamente opuestas, lo que despertará la confianza en ellos, y atraerá sin recelos a nuestros adversarios, que caerán en el lazo, y serán reducidos a la impotencia.
Los órganos de carácter oficial, estarán siempre en primer término, velando por nuestros intereses; por eso su influencia será casi nula.
En segundo lugar vendrán los oficiosos, cuyo fin será el de atraer a los indiferentes y a los de ideas templadas.
En tercer lugar colocaremos nuestra fingida oposición. Por lo menos un periódico será el antípoda de nuestras ideas. Nuestros adversarios tomarán a este falso enemigo por un aliado, y nos señalarán su juego.
Nuestros periódicos serán de todas las tendencias, los unos, aristocráticos; los otros, republicanos, revolucionarios, y hasta anarquistas; por supuesto, nada más que mientras dure la Constitución.
Tendrán como el dios indio Visnú cien manos, cada una de las cuales acelerará el cambio de la sociedad: estas manos llevarán a la opinión en la dirección que convenga a nuestros fines, pues un hombre alterado, pierde la facultad de razonar y se abandona fácilmente a la sugestión.
Los imbéciles, que creerán seguir la opinión del periódico de su partido seguirán sólo nuestra opinión o la que nos plazca. Se imaginarán que siguen el órgano de su partido, y no seguirán, en realidad, más que la bandera que enarbolemos para ellos.
Para dirigir en este sentido nuestro ejército de periodistas, organizaremos este trabajo con un cuidado muy especial. Bajo el nombre de Oficina Central de la Prensa, estableceremos reuniones literarias, en las cuales, nuestros agentes darán, sin que nadie se aperciba, las órdenes y las instrucciones, discutiendo y contradiciendo nuestras iniciativas de una manera superficial, sin llegar al fondo de los asuntos y nuestros órganos sostendrán inútiles polémicas con los periódicos oficiales para procurarnos los medios de dar a conocer más claramente nuestros planes, lo que no podremos hacer ver en nuestras primeras declaraciones oficiales.
Estos ataques tendrán, además, el objeto siguiente: y es que nuestros súbditos se creerán seguros de poder hablar libremente, dando por otra parte a nuestros agentes un pretexto para decir y afirmar que los órganos que se declaran contra nosotros, no hacen más que charlatanear, puesto que no encuentran verdaderos argumentos para refutar seriamente nuestras obras.
Estos procedimientos, inadvertidos para la opinión pública, pero seguros, nos atraerán ciertamente la atención y la confianza pública. Gracias a ello excitaremos o calmaremos, según nos haga falta, los ánimos en los asuntos políticos, les convenceremos o les haremos dudar, publicando unas veces la verdad, otras veces la mentira, confirmando los hechos, o contradiciéndolos, según la impresión que hagan en el público, tanteando siempre con prudencia el terreno, antes de poner el pie.
Nosotros venceremos a nuestros adversarios infaliblemente, porque ellos no tendrán a su disposición órganos que puedan seguir una opinión hasta el fin, a causa de las medidas que hemos explicado. No tendremos ni siquiera necesidad de refutarlas a fondo. Nosotros refutaremos y abatiremos enérgicamente en nuestra Prensa oficiosa, los globos de ensayo lanzados por nosotros mismos en la tercera categoría de nuestra Prensa, en caso de necesidad.
Ya desde ahora, por lo menos en la hechura de periodismo francés, existe una solidaridad francmasónica. Todos los órganos de la Prensa están ligados entre sí por el secreto profesional, y parecidos a los antiguos augures, ninguno de sus miembros entrega este secreto si no recibe la orden de hacerlo.
Ningún periodista se atreverá a traicionar, pues no será admitido en el oficio quien no tenga en su pasado alguna falta vergonzosa. Estas faltas serían inmediatamente reveladas, pero en tanto que estas faltas sean solamente el secreto de algunos, la aureola de periodistas atrae a la opinión en la mayoría del país, y le sigue con entusiasmo.
Nuestros cálculos se extienden principalmente a las provincias. Es necesario que excitemos en ellas esperanzas y aspiraciones opuestas a las de la capital, a la que se las presentaremos como esperanzas y aspiraciones espontáneas de las provincias. Claro está que el manantial será siempre el mismo; saldrán de nosotros.
En tanto que no disfrutemos aún del poder completo, tendremos a veces necesidad de que las capitales se vean arrolladas por las opiniones del pueblo, es decir, por la mayoría manejada por nuestros agentes. Necesitamos que las capitales, en el momento crítico no discutan el hecho sucedido, por haber sido ya aceptado por la mayoría provinciana. Cuando entremos en el nuevo régimen que preparará nuestro reinado, no podremos admitir la revelación, por la Prensa, de la falta de honradez pública; es necesario que se haga creer que el nuevo régimen ha satisfecho de tal modo a todo el mundo, que hasta los crímenes han desaparecido. Los casos criminales no serán conocidos más que de sus victimas y de sus testigos accidentales.
De la decima sexta sesión, acta N° 16 extraemos los siguientes párrafos que se refieren también al “lavado cerebral”:
Las universidades no deben dejar salir de sus recintos a barbilampiños que formen proyectos de Constituciones como si compusieran comedias y que se ocupen de política, de la cual ni sus mismos padres han comprendido nunca nada. El desconocimiento que tiene la mayor parte de los hombres de los asuntos políticos es fuente de utopía, y semilla de malos ciudadanos; podéis juzgarlo vosotros mismos viendo lo que su educación general ha hecho de los cristianos.
Nosotros aboliremos toda enseñanza privada. Los estudiantes tendrán el derecho de reunirse, con sus padres, como en un club, en los establecimientos escolares, y durante esas reuniones, los días de fiesta, los profesores darán conferencias, al parecer libres, sobre el trato de los hombres entre sí, sobre las leyes de imitación, sobre los conflictos provocados por las luchas sin límites, en fin, sobre la filosofía de las nuevas teorías desconocidas aún en el mundo. Haremos de estas teorías un dogma del cual nos serviremos para atraer a los hombres a nuestra fe.
El sistema de represión del pensamiento está ya en vigor, por el sistema llamado de enseñanza por imágenes, que transforma a los cristianos en animales dóciles que no discurren, y que esperan la representación de las cosas por imágenes para comprenderlas.
En Alemania, los Iluminados de Baviera habían sido desmantelados, pero las circunstancias políticas que hacían que la nación con frecuencia se edificara y se desmoronara, que expandiera sus fronteras y se contrajera, hacían sentir en sus gentes la necesidad de unirse y crear una nación centralizada a imitación de otros países políticamente más maduros, como Francia, España o el Reino Unido.
En los siglos XIX y XX, y aún hasta nuestros días, pertenecer a una sociedad era un imperativo social, no sólo en Alemania, sino también en toda Europa y en el Continente Americano. Entonces los Illuminati optaron por regresar a la escena, pero esta vez bajo otro nombre: Ordo Templi Orientis, OTO o la Orden del Templo de Oriente. No hay que olvidar que la logia masónica donde había militado Weishaupt se llamaba Estricta Observancia Templaria.
El fundador oficial de la OTO fue Karl Kellner, químico austríaco, quien tomó el nombre de Frater Renatus para seguir la costumbre de los Iluminados. A su muerte en 1905, asumió Theodor Reuss, Frater Peregrinus, quien instauró en 1902 el Soberano Santuario de Memfis-Misraim.
Según la revista Oriflama, órgano oficial de la OTO, la orden poseía la llave que abre todos los secretos, tanto masónicos como herméticos; esto es, la enseñanza de la magia sexual, que hace comprensibles todos los secretos de la naturaleza, todo el simbolismo de la francmasonería y de todos los sistemas religiosos.
En los países anglosajones dominados entonces por una estricta moral puritana, fue la oferta de sexualidad y poder, una carnada irresistible.
El tristemente célebre Aleister Crowley ingresó a la OTO en 1910 como Frater Bafomet. Es considerado como el “padre del satanismo contemporáneo” y uno de los principales brujos del siglo. Estudió cábala, magia y yoga y su sistema lo basó en la sentencia “haz lo que quieras” tan difundido en el liberalismo de origen masón.
Como es sabido, los judíos por medio de la cábala, cuyo arte les servía de fundamento a la nigromancia, fueron supersticiosos y amigos de adivinar el futuro evocando a los muertos. Como practicantes de la magia negra fueron siempre afectos a los símbolos secretos y practicaban ritos que hoy se conocen como masónicos.
La obra más conocida de Crowley se llamó El Libro de la Ley donde aparecen versos que lo delatan todo: Gracias a mi cabeza de halcón, pico los ojos de Jesús mientras pende de la cruz. Bato mis alas ante el rostro de Mahoma y lo dejo ciego. Con mis garras arranco la carne del hindú, del budista, del mongol y de todo aquel que salmodia oraciones.
Este personaje fue acusado en Inglaterra por alcoholismo, drogadicción, bisexualidad y adoración satánica. Fue conocido como “La Bestia 666” el hombre más perverso del mundo.
Crowley ha sido una referencia constante en la anticultura anglosajona contemporánea y por ejemplo, en la música han sido reivindicados su figura y sus mensajes en canciones de los Beatles, de los Rolling Stones, de Ozzy Osbourne y de Daryl Hall.
En 1921 Crowley asumió la jefatura de la Orden y la rama alemana quedó en manos de Karl Germer como Frater Saturnus, quien desde Munich quiso impulsar la “Pansofía” o Sabiduría Total y se dedicó a editar los libros de Crowley y a difundir sus ideas. En 1935 Germer fue llevado a un campo de concentración, de donde consiguió salir y escapar a Estados Unidos de América, y allí restableció la orden en California.
La masonería ha logrado derribar casi todas las monarquías y las aristocracias y como forma de gobierno las ha venido reemplazando por sus democracias, que en muchísimos países han degenerado en gobiernos de la plebe u oclocracias, como las denominó Polibio. Estas resultaron ser instrumentos dóciles para sus propósitos. No se precisa ser un arúspice para darse cuenta, que a la multitud que no ha sido educada para gobernar y se encuentra ante esa posibilidad, se le despiertan toda clase de instintos, nobles y bajos, pero que en la competencia por el poder casi siempre salen triunfantes los instintos bajos, con todas las secuelas de corrupción y de injusticia. Esta, salvo contadas excepciones, es la forma generalizada de gobierno en todo el planeta a comienzos del Tercer Milenio.
Algunas monarquías las dejaron sobrevivir, pero carentes de poder y sólo para representar a sus pueblos y también los intereses de la masonería. Se dice por ejemplo, que la jefatura de la mayor logia británica la desempeña Felipe, Duque de Edimburgo y príncipe consorte de la reina Isabel II. Es, por lo menos, sospechosa la cordial relación del actual rey de España con protuberantes cabezas de grupos editoriales y de medios abiertamente masónicos y descaradamente perjudiciales a las buenas costumbres de los países hispanoparlantes.
No pretendemos ingenuamente sostener que los gobiernos monárquicos o los aristocráticos estuvieron exentos de fallas, pero tampoco somos tan ingenuos para creer en los floridos elogios masónicos a la democracia y a la libertad de prensa, que como todas las grandes mentiras con disfraces de verdad, requieren de ingentes y permanentes esfuerzos para defenderlas, elogiarlas y venderlas a los incautos.
La tan cacareada lucha democrática abierta por el poder, terminó convertida en una triste competencia de envidias y codicias, en la que triunfa el grupo que más dinero invierta en la apuesta por el botín de las arcas del Estado y del poder.
Si la democracia existiera, la masonería sionista no llevaría la batuta de un mundo en el cual las inmensas mayorías pertenecen al catolicismo, al islam, al budismo, al sintoismo y a otras religiones multitudinarias, aunque no politizadas.
Por otro lado, si la libertad de expresión fuese un hecho, no habría los grandes monopolios de la información a través de los cuales la masonería manipula casi la totalidad de la información que se difunde en el planeta y que está claramente dirigida a desprestigiar y minar las religiones distintas a la propia y a debilitar las masas, desmoralizándolas, como veremos después.
Esa herramienta selecta del Anticristo como la llamaba Bismarck.
Quien se empeñe en desconocer que las masas no tienen capacidad propia de discernimiento en materias políticas y económicas y que son movidas al vaivén de demagogos y de medios de información que defienden otros intereses muy distintos a los de las mayorías, pues simplemente está desconociendo una realidad palpable, o porque vive aislado de este planeta, o porque tiene intenciones torcidas. Y se puede agregar también, para redondear la cuadratura de este círculo vicioso, que existe un porcentaje altísimo dentro del juego de la farsa democrática, que ni siquiera tiene la capacidad de ser manipulado por demagogos o por medios de información, que tanto defienden la fementida Libertad de Prensa y son arrastrados a depositar sus votos a cambio de unas monedas, práctica ya utilizada por el sanedrín hace poco más de dos mil años.
La democracia como forma de gobierno no es, pues, la cristalización del ideal griego, porque ha sido y es imposible honradamente ponerla en práctica, sino, el más descarado de los absolutismos al servicio de la masonería.
La “democracia”, como había sido desfigurada, ya la habían probado los del sanedrín ante Poncio Pilato, después de persuadir a la multitud:
¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo? (Mateo 27 – 17)
¡A Barrabás!, fue la voz de la democracia.
El arzobispo emérito de Tunja, Colombia, Monseñor Augusto Trujillo Arango, expresó en La Redención Fuente de Salvación, (Ediciones Paulinas, Bogotá) refiriéndose a la sexta palabra de Jesús en la Cruz: Todo está consumado... Jn. 19, 30:
La Iglesia tiene la más elevada visión del hombre sobre su identidad y su destino, viendo y sintiendo su rebajamiento y asume sin miedo su elevación y su dignificación. Qué paradoja, el humanismo ateo ha rebajado al hombre hasta el más hondo abismo. La Iglesia afirma que Cristo al hacerse hombre elevó al hombre a las alturas; la Iglesia proclama que el hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios, que es hermano de todos los hombres, que es el señor del mundo. El hombre es la gloria de Dios, no es un esclavo en las manos de un Estado; esta es la verdad que la Iglesia recibió de Jesucristo y es la verdad que ella proclama sin que nadie se lo impida: el hombre, Hijo de Dios, hermano de los hombres, señor del mundo. La Iglesia enseña la verdad sobre el hombre y está en la base de su pensamiento y de su acción y proclama que el hombre no es un ser sometido a los procesos políticos y económicos, sino que todos los procesos humanos deben estar ordenados al hombre y deben estar sometidos al hombre a imagen de Dios, hijo de Dios, hermano de todos los hombres, señor de la naturaleza.
Se ve claramente el abismo que hay entre la visión que tiene la Iglesia Católica del hombre y lo que busca y en gran medida ha conseguido la masonería, hacer de la mayoría de los hombres.
Para que muchos católicos confundidos adquieran certidumbre, transcribimos un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe:
Se ha presentado la pregunta de si ha cambiado el juicio de la Iglesia respecto de la masonería, ya que en el nuevo Código de Derecho Canónico no está mencionada expresamente como lo estaba en el Código anterior.
Esta Sagrada Congregación puede responder que dicha circunstancia es debida a un criterio de redacción, seguido también en el caso de otras asociaciones que tampoco han sido mencionadas por estar comprendidas en categorías más amplias.
Por tanto, no ha cambiado el juicio negativo de la Iglesia respecto de las asociaciones masónicas, porque sus principios siempre han sido considerados inconciliables con la doctrina de la Iglesia; en consecuencia, la afiliación a las mismas sigue prohibida por la Iglesia. Los fieles que pertenezcan a asociaciones masónicas se hallan en estado de pecado grave y no pueden acercarse a la santa comunión.
No entra en la competencia de las autoridades eclesiásticas locales pronunciarse sobre la naturaleza de las asociaciones masónicas con un juicio que implique derogación de cuanto se ha establecido más arriba, según el sentido de la Declaración de esta Sagrada Congregación del 17 de febrero de 1981(cf. AAS 73, 1981, págs. 230-241; L’Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 8 de marzo de 1981, pág. 4).
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al cardenal Prefecto abajo firmante, ha aprobado esta Declaración, decidida en la reunión ordinaria de esta Sagrada Congregación, y mandado que se publique.(1)
Roma, en la sede de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 26 de noviembre de 1983.
Cardenal Joseph RATZINGER
Prefecto
(1) “Declaratio de associationibus massonicis” Fr. Jean Jerôme HAMER, O.P.
Arzobispo titular de Lorium
Secretario.










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