martes, 7 de julio de 2009

INFILTRACIÓN – TEMPLARIOS

II


INFILTRACIÓN – TEMPLARIOS



Inevitablemente y a pesar del gran secreto, muchos reyes y gobiernos de naciones que hospedaron a colonias judías fueron descubriendo que llegaban con el propósito de explotar, conquistar y regir a los pueblos anfitriones. Para defender a sus naturales, muchos gobiernos debieron prohibirles acceder a grados militares en los ejércitos locales o a posiciones de gobierno, pero como esto no fue suficiente, hubo que recurrir muchas veces al inevitable expediente de desterrarlos del país que los había acogido.
Los judíos que abusaban de su religión para fines políticos, alegando discriminación racial y/o religiosa, trataban de evitar las medidas que se tomaban contra ellos. Cuando estas maniobras no daban resultado, acudían a la simulación. En efecto, fingían abandonar la nación y la religión judías para convertirse en ciudadanos del país huésped y en profesantes de su religión, e iban más allá, hasta el punto de cambiar sus nombres y apellidos judíos por los corrientes del país que pretendían conquistar.
Estos ciudadanos aparentemente normales, siguen siendo criptojudíos, asisten a sinagogas escondidas en casas particulares y no dejan de obedecer ciegamente a sus dirigentes. Las familias de estos judíos secretos practican públicamente la religión del país anfitrión y envían sus hijos a las mismas escuelas de sus nuevos conciudadanos, pero una vez llegan a cierta edad, son iniciados en los secretos sionistas y deben pronunciar juramentos de obediencia y secreto, cuya violación es castigada a veces con la muerte, hasta en forma de tortura.
En su obra, Complot contra la Iglesia, Maurice Pinay en las pp. 137, 138,…, afirma lo siguiente:
La infiltración judía en el clero era una técnica de conquista del mundo cristiano que el imperialismo judaico consideró indispensable para dominar a su principal baluarte, la Iglesia de Cristo, empleando para ello diversas tácticas, que variaron desde los ataques frontales hasta las infiltraciones. El arma favorita de la quinta columna consistió en introducir en las filas del clero a los jóvenes cristianos descendientes de judíos que practicaban en secreto el judaísmo, para que una vez ordenados sacerdotes trataran de ir escalando en la jerarquía de la Santa Iglesia, ya fuera en el clero secular o en las órdenes religiosas, con el fin de que usaran luego las posiciones adquiridas dentro de la clerecía en perjuicio de la iglesia y en beneficio del judaísmo, de sus planes de conquista y de sus movimientos heréticos o revolucionarios.
El clérigo falso cristiano criptojudío está realizando, según el criterio rabínico, una empresa santa para sus intereses inconfesables. La quinta columna en el clero ha sido y es uno de los pilares básicos del judaísmo internacional.
Los fines que persigue la infiltración de los criptojudíos en el clero, se explica claramente en un interesante documento que dio a la publicidad el abate Chabauty y que cita el Arzobispo de Port Louis, Monseñor Meurin. Se trata de una carta del jefe secreto de los judíos internacionales, radicados a finales del siglo XV en Constantinopla, dirigida a los hebreos de Francia, dándoles instrucciones, en contestación a una carta anterior que Chamor, Rabino de Arlés, le había dirigido solicitándolas. La carta dice textualmente:
-Bienamados hermanos de Moisés, hemos recibido vuestra carta, en la que nos hacéis conocer las ansiedades e infortunios que os véis obligados a soportar, y nos hallamos penetrados de un dolor tan grande como el vuestro. El consejo de los más grandes rabinos y sátrapas de nuestra Ley es el siguiente:
-Decís que el Rey de Francia os obliga a haceros cristianos; pues bien, hacedlo, pero guardad la ley de Moisés en vuestros corazones.
-Decís que os quieren arrebatar vuestros bienes; haced a vuestros hijos mercaderes, para que ellos despojen de los suyos a los cristianos por medio del tráfico.
-Decís que se atenta contra vuestras vidas; haced a vuestros hijos médicos y boticarios, a fin de que ellos priven de las suyas a los cristianos sin temor al castigo.
-Decís que se destruyen vuestras sinagogas; haced a vuestros hijos curas y canónigos, a fin de que ellos destruyan la Iglesia Cristiana.
-Decís que atentan contra vuestras vidas; haced a vuestros hijos abogados, notarios o miembros de otras profesiones que están corrientemente a cargo de los asuntos públicos, por este medio dominaréis a los cristianos, os apropiaréis de sus tierras y os vengaréis de ellos.
-Seguid esta orden que os damos y veréis por experiencia que, por abatidos que estéis, llegaréis a la cúspide del poderío.
-Firmado V. S. S. V. E. F. Príncipe de los judíos de Constantinopla al de Casleo de 1489".
En Le Plan de domination mundiale de la Contra-Eglise. Fideliter, 1985. pp. 30, 35 y 66 de H. Le Caron, podemos leer:
Para dominar la tierra, es necesaria la coordinación y compaginación de un gobierno mundial. El filósofo Joseph de Maistre ya anunciaba el peligro que se cernía sobre Roma por la acción de sectas conjuradas para tal fin. Para llevar a cabo misiones de esta envergadura, los "verdaderos detentadores del poder, los que mueven los hilos, viven en la sombra, detrás del telón-.
El Papa S. Pío X declaraba que el peligro está hoy casi en las entrañas y en las venas de la iglesia; sus golpes son por tanto más seguros puesto que saben dónde golpear mejor.
No en vano, uno de los jefes del judaísmo, Alfred Nossig, escribió en Integrales Judentum que la comunidad judía es más que un pueblo en el sentido político moderno de la palabra. Es depositaria de una misión histórica mundial, yo diría incluso cósmica, que le han confiado sus fundadores, Noe y Abraham, Jacob y Moisés… La concepción primordial de nuestros antepasados ha sido fundar no una tribu, sino un Orden Mundial destinado a guiar a la humanidad en su desarrollo. He ahí el verdadero y único sentido de escoger a los hebreos como pueblo elegido. Gesta naturae per judeos, he ahí la fórmula de nuestra Historia. Orden espiritual destinado a guiar el desarrollo de la Humanidad.
Para abundar sobre el tema y despejar dudas de quienes aún las tengan, baste remitirnos a las investigaciones de un erudito, del Reverendo Justinus Bonaventura Pranaitis, sacerdote católico, doctor en Teología, profesor de hebreo en la Academia Imperial Eclesiástica de la Iglesia Católica Romana de San Petersburgo.
Los resultados de sus pesquisas están plasmadas en forma comprimida en el libro "EL TALMUD DESENMASCARADO", de EDITORIAL LA VERDAD, Buenos Aires, Junio de 1981, que como el subtítulo denuncia, son: Las enseñanzas rabínicas secretas sobre los cristianos. Esta obra lleva el IMPRIMATUR de la autoridad eclesiástica.
Como era de esperarse, obras como ésta no son aceptadas por las grandes editoriales bajo control masónico y éstas a su vez amenazan a las librerías con bloqueos si distribuyen tales libros.
Tampoco nos sorprende, que el Padre Pranaitis fuese liquidado por la Checa en tiempos de la Revolución Bolchevique.
Que nadie se extrañe porque los sionistas hayan tildado el trabajo del Profesor Pranaitis de panfleto y saquen a relucir versiones maquilladas para ingenuos de su Talmud.
Pero vayamos mejor al grano y no nos dejemos distraer.
En la obra citada atrás, En Pesachim (49b), dice así:
Dijo el rabino Eliezer: Está permitido cortar la cabeza de un idiota (uno de los Pueblos de la Tierra) en la fiesta del Perdón cuando cae en el Sabbath (73). Sus discípulos le dijeron: Rabino, debes decir más bien a sacrificar. Pero él contestó: De ninguna manera, pues es necesario orar mientras se sacrifica, y no hay necesidad de oraciones cuando decapitas a alguien.
EL UNICO PROPÓSITO DE TODAS LAS ACCIONES Y ORACIONES DE LOS JUDÍOS DEBE SER LA DESTRUCCION DE LA RELIGION CRISTIANA.
Se ve pues claramente cuáles han sido y siguen siendo los verdaderos propósitos sionistas y quienes quieran formarse una idea más clara sobre el tema consulten al final de esta obra el Anexo No. 1, donde trasncribimos apartes de la traducción hecha por el profesor Pranaitis sobre algunos originales de EL TALMUD.
El libro del Kahal (su original ruso Kriga Kagala) dice con razón que el judío es un individuo sometido totalitariamente a la organización israelita en lo político, lo económico, lo religioso, lo militar, lo cultural y hasta en su vida privada.
Por lo tanto, el judío es un ser carente de libertad y nada más peligroso que una fiera a la que le han abierto la jaula y dejado libre entre corderos.
En Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano de Edward Gibbon podemos leer en el volumen 11, capítulo 16, página 384, edición de Londres 1783, lo siguiente: Desde el reinado de Nerón hasta el de Antonio Pío, los judíos se impacientaron contra la dominación de Roma, lo que provocó las más furiosas matanzas e insurrecciones. La Humanidad se avergüenza ante las horribles crueldades que ellos cometieron en las ciudades de Egipto, de Chipre y de Cirenaica, donde al principio parecían ser amigos de los nativos, a los que traicionarían. En Cirenaica mataron a 220.000 griegos; en Chipre, 240.000; en Egipto una inmensa multitud. Muchas de las víctimas fueron partidas a trozos con sierras, según un precedente al que el Rey David había dado la sanción con su ejemplo.
Ya en el Génesis 41:43, 46:7 Y 45:18,20, leemos de qué manera se valen de un Faraón débil para utilizar en su beneficio los alimentos, empezando la etapa hebrea en Egipto con la llegada de los hermanos de José y de Jacob, su padre.
Con el paso de los siglos se fue perdiendo todo rastro de su origen y aparecen como miembros verdaderos y leales de su patria adoptiva y así han podido infiltrar sin problema sus partidos políticos, sus gobiernos, sus ejércitos, sus instituciones y hasta sus religiones.
En el año 1130, por ejemplo, el Cardenal Pierleoni, judío clandestino, bisnieto del Gran Rabino de Roma, fue electo Papa y murió en Roma en 1138 con todos los honores de un pontífice.
Este Papa es conocido en la historia como el Anti-Papa Anacleto II.
Los Cardenales criptojudíos que él había nombrado, eligieron Papa a otro judío clandestino que tomó el nombre de Víctor IV.
Por ruegos de San Bernardo y San Norberto, el Emperador Lotar de Alemania se tomó Milán y otros baluartes de los Pierleoni y luego ocupó militarmente a Roma, que se inclinó ante la santidad y elocuencia de San Bernardo, quien, después de la rendición del Castillo de San Ángelo, encarceló a Víctor IV e hizo consagrar como nuevo Papa a Inocencio II.
Muchos clasifican también a Calixto III y a Clemente VIII como antipapas.
Los inefables Protocolos ya lo dejarían bien sentado: Penetrar hasta el mismo corazón de la corte pontificia, de donde nada en el mundo podrá echarnos, hasta que hayamos destruido el poder del papado.
Por eso ha sido tan difamada la Inquisición, porque esta institución fue destinada a defender la cristiandad del criptojudaismo, a desenmascarar y castigar a los falsos cristianos y a destruir los movimientos que creaban los sionistas para dominar y acabar con la Iglesia de Jesucristo.
Que algunos inquisidores hayan cometido errores, es actitud que, por supuesto, nadie aprueba, y la misma Iglesia Católica ha lamentado.
Como el dinero fluía y sigue fluyendo a sus arcas a raudales, pudieron encontrar con facilidad acomodo en las cercanías de los monarcas, a quienes servían de banqueros para sus empresas militares y se convirtieron en sus interesados prestamistas.
La corte de Fernando e Isabel tampoco escapó a tan peligrosa compañía. Cuando apenas se hablaba de financiar la primera expedición de Colón, su poderoso olfato mercantilista percibió a través del mar el dulce aroma del oro y tres judíos marranos, esto es, secretos, Luis de Santángel, gran comerciante valenciano que fungía como arrendatario de las contribuciones reales; su pariente Gabriel Sánchez, quien era el tesorero real y el amigo de ambos y el camerlán Juan Cabrero, consiguieron que la reina accediera a empeñar sus joyas para equipar el primer viaje de don Cristóbal, y Santángel obtuvo el permiso de prestar él mismo diez y siete mil ducados, equivalentes a ciento setenta mil dólares de 1.950 y a más de un millón ochocientos mil dólares estadounidenses del año dosmil.
En aquella primera y prometedora aventura se embarcaron muchos judíos, empezando por el tesorero Gabriel Sánchez, el médico Bernal, Luis de Torres, el cirujano Marco y Alonso de la Calle, entre otros.
Luis de Torres conoció de los nativos el uso del tabaco e intuyó la importancia de ese producto, que originó posteriormente una poderosa industria bajo control judío.
Luis de Santángel y Gabriel Sánchez obtuvieron, como esperaban, grandes ventajas por su participación en esta empresa.
Más tarde, Colón cayó en desgracia por las intrigas del médico judío Bernal y sufrió injusticias y encarcelamiento.
Que Colón haya sido marrano, lo reconocen hoy casi todos los historiadores. Celso García de la Riega documentó en 1913 su origen judío. Maurice David descifró en 1933 su firma y los signos judío–masónicos empleados por el almirante. Don Salvador de Madarriaga apoya en su biografía la ascendencia hebrea de Colón.
En este orden de ideas es importante recordar, que durante su estancia en Portugal, Colón tuvo acceso a la carta de navegación del profesor judío de Salamanca, Abraham Zacuto y que Ishaq Abarbanel auspició económicamente la empresa de Colón, al igual que Santángel. No debe olvidarse tampoco que el mapa Piri Reiss, que tanta polémica ha levantado sobre los conocimientos cartográficos de la antigüedad, fue llevado por un marino que acompañó al almirante en sus viajes.
Es de tener en cuenta que Isabel de Castilla había decidido hacer una sola España como nación católica y que en Marzo de 1492 se expidió el decreto de expulsión de los judíos, que por supuesto no podía cobijar a la mayoría ya clandestinos que se habían mimetizado. Tres de los más notables judíos de la época, Ishaq Abarbanel, Abraham Señor y Meiz Mehamel acudieron al Rey para que revocara lo dispuesto, y para sustentar su petición le ofrecieron trescientos mil ducados, esto es, ciento doce millones de maravedís, cincuenta veces lo que costaría el primer viaje de Colón. La formidable oferta tocó el sensible corazón de Fernando y éste llevó la propuesta a la Reina con su concepto favorable, pero Isabel la rechazó de plano y el frustrado consorte se vió compelido a mantener el decreto.
Los tres importantes judíos entendieron que la autora real de la drástica medida había sido la Soberana y acudieron a ella para que la derogara, pero la Reina los recibió con amabilidad y les aconsejó que se convirtieran lo más rápido posible. Éstos, en efecto, o mejor en efectivo, aceptaron y en su ceremonia de bautismo actuaron como padrinos los Reyes Católicos. Señor cambió su nombre por el de Fernán Núñez Coronel y Mehamel por el de Fernán Pérez Coronel ( Saavedra Velasco Juan José, "Los Velasco", Pág. 19, Editorial Feriba, Cali, 2007 ).
Algunos comentaristas afirman que la Reina no tuvo que empeñar sus joyas, pues tenía fondos suficientes.
Ya el pueblo hebreo, desde los tiempos de Salomón, comerció, colaboró, construyó templos y surcó los mares codo a codo con sus vecinos fenicios, que fueron los mejores navegantes y cartógrafos de su época y de quienes aprendieron ese arte.
Colón se documentó para sus viajes en los archivos de la Orden de Cristo en Portugal y en la de Calatrava en Castilla, herederas y custodias de bienes del Temple.
Con los templarios se dan una serie de coincidencias asombrosas que los vinculan con la masonería judía. En Mallorca, que fue una de sus metas, tuvieron contacto con los grandes cartógrafos judíos.
La Tau que enarbolaron los Caballeros del Temple, era el apoyo del báculo del Gran Maestre, como el compás era el signo que confería a la divinidad el atributo de Gran Arquitecto del Universo.
Los Templarios coinciden con la masonería sionista en el proyecto de la preparación de un superestado en todo el planeta. Este gobierno mundial suponía el fin del feudalismo y de los poderes de los monarcas.
Afirman los cronistas que en 1099, después de la conquista de Jerusalén, el gobernante de la ciudad Godofredo de Bouillon fundó una misteriosa Orden en la Abadía de Nuestra Señora del Monte Sión, la cual más tarde promovería la fundación de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, conocidos como los Templarios, Ordo Supremus Militaris Templi Hierosolymitani.
Esta Orden de Sión tuvo un poder considerable, obrando siempre detrás del telón y se afirmaba que los reyes de la ciudad santa debieron su trono a esa oscura sociedad.
Fue ésta la promotora del extraordinario desarrollo e influencia de los Templarios, los cuales estaban dentro de sus planes. Muchos documentos atestiguan que al menos cinco de los nueve fundadores del Temple eran a su vez miembros de la Orden de Sión y que éstos fueron su brazo armado. También sostienen que ambas, la Orden y el Temple, estaban confundidos en una misma organización y compartían el mismo Maestre.
Un año después de la caída de Jerusalén en manos de los musulmanes, esto es, en 1188, la Orden de Sión acusó al Temple y a su Maestre Gérard de Ridefort de traición, pues éste arrastró a los Templarios a combatir en la batalla de los Cuernos de Hattin, lo que significó una catástrofe para los cruzados y llevó a la caída de la Ciudad Santa. La Orden entonces rompió con el Temple y se trasladó a Francia, donde cambió su nombre por el de Priorato de Sión.
¿Fue este rompimiento una de las habituales maniobras entre hermanos para confundir y ambientar su establecimiento en Francia?
Supuestamente la misión del Priorato era la de restablecer en Francia la dinastía de los merovingios, pero en realidad sus planes obedecían a un calendario cuidadosamente estudiado desde hacía muchísimo tiempo y lo revistieron de un atrayente misticismo.
El gran secreto entonces del Priorato consistía en que María Magdalena sería la esposa de Jesús Nazareno y que después de su crucifixión, viajó a las Galias acompañada por José de Arimatea portando el Santo Grial, que según ellos (Priorato), era la descendencia física del Nazareno, pues María Magdalena llegó a las Galias, supuestamente embarazada de Jesús y acompañada de su progenie.
Una vez establecidos allí, este linaje judío se unió en matrimonio con el de los reyes francos, dando así lugar a los merovingios, a quienes querían los del Priorato hacer coronar como reyes.
Según estas burdas fábulas, el Santo Grial no sería el recipiente que contenía sangre de Cristo, sino su descendencia con María Magdalena, sangre de estirpe real, pues Jesús era descendiente del Rey David. Esta sangre unida a la de Sigisberto IV, hijo de Dagoberto II, rey merovingio, quien había sobrevivido al asesinato de Dagoberto y su familia por encargo de su mayordomo, Pipino de Heristal, comenzando así el reinado de los Carolingios, daría origen al reinado universal, que era y sigue siendo su objetivo.
El gran secreto, pues, del Priorato de Sión era esta leyenda del Santo Grial y ambos, Priorato y Templarios, tenían como misión la de proteger a los herederos del Rey de Israel con el objetivo de conseguir el gobierno mundial con un rey descendiente de David.
Con la caída de Jerusalén, este proyecto fracasó, pero el Priorato de Sión siguió desde Francia fiel a sus objetivos y trabajando desde la clandestinidad, extendió sus tentáculos por toda Europa y después por el resto del mundo y su meta sigue hoy tan vigente, como en sus comienzos.
El cuento tan traído de los cabellos, de los pergaminos descubiertos en el pueblo francés de Rennes-Le-Château por un cura pobre, en una aldea pobre, durante la remodelación de una iglesia y que encontró dentro de unos cimientos ya quebrados, pergaminos que supuestamente hicieron rico al levita, pero que jamás quiso mostrar, ni a su obispo y de los cuales sólo sobrevivieron fotografías, sólo puede ser creído por gente o muy tonta o muy mal intencionada.
Estas fábulas han dado lugar a que muchos charlatanes intérpretes de códigos, impelidos por organizaciones masónicas, satélites del Priorato y bajo cuyo control están grandes editoriales y medios de información, hayan producido engendros, que en las mentes bien informadas sólo pueden causar hilaridad, pero que en las ignorantes, que son la inmensa mayoría, producen confusión, que es lo que precisamente buscan.
Es interesante ver además cómo en las construcciones de las catedrales góticas, que se consideraron el sumum de la expresión de la sabiduría antigua y cuyos constructores se convirtieron en el origen de la masonería moderna, se nota en su estructura la Cruz Templaria enmarcada en la estrella de Salomón, como en las catedrales de Compostela, de León y de Chartres.
La fundación oficial de los Templarios data de 1119 y su aprobación papal se produjo en 1128, pues tenía como meta, supuestamente, la guerra contra los infieles para proteger el Santo Sepulcro. Felipe IV de Francia, llamado El Hermoso, los desenmascaró y los debió someter. Finalmente en 1312, el Papa Clemente V decretó la disolución eclesiástica de la orden, la cual, por supuesto, no fue obedecida.
Cuando los miembros del Temple iban a ser sometidos a los Tribunales de la Inquisición, fueron alertados oportunamente y muchos pudieron huir en la flota templaria completa, llevando la mayor parte de sus tesoros; las tierras, por supuesto, no se las pudieron llevar.
Los documentos que sobrevivieron, los no deformados por los masones claro está, demuestran que había abundante material para acusarlos y los juicios que se les hicieron fueron rigurosos, largos e inobjetables. La mayoría de los templarios que quedaron, confesaron sus culpas, se arrepintieron y fueron perdonados. Muchos acogieron ir a conventos para expiar y no pocos acabaron como Caballeros de San Juan, orden que recibió en custodia los bienes del Temple que no se pudieron llevar los hermanos fugitivos; y otros fueron acogidos en la Orden Teutónica.
El último Gran Maestre de la Orden hasta la prohibición papal, Jacques de Molay, fue quemado en la hoguera en 1314.
La Inquisición fue la defensa de la Iglesia Católica para desenmascarar a los infiltrados que la querían destruir desde dentro.
Para quienes quieran establecer con mayor claridad el rigor jurídico que rigió los Juicios del Santo Oficio y establecer en justicia el papel conciliador del tan denigrado Gran Inquisidor de España, Fray Tomás de Torquemeda, estudie el documento Procedimientos Jurídicos del Tribunal de la Inquisición (http://www.monografias.com/trabajos11/webpr/webpr.shtml).
En aras de la brevedad y para no distraer, nos limitamos a tomar algunos apartes del mencionado documento:
A partir de las instrucciones de Torquemada se generalizó esta práctica: la inocencia o culpabilidad de los procesados no era fijada por los inquisidores sino por sus asesores. Así, los primeros vieron reducidas sus atribuciones a dirigir los procedimientos y los segundos a determinar las responsabilidades.
Los asesores eran tanto religiosos como civiles, especialistas en Teología o Derecho. El número de miembros de la junta de asesores era variable, llegando en muchos casos hasta diez. La relación de sus integrantes aparecía detallada en las actas de los procesos y muchas veces incluía a los inquisidores. Cuando se condenaba a un procesado a muerte, la decisión debía ser tomada por unanimidad. Si uno solo de los asesores votaba en contra no se le sentenciaba a tal pena. Esta es una de las razones que explica por qué, a partir de las instrucciones de Torquemada, se redujo el número de condenados a muerte. En las sentencias que no incluían tal pena el veredicto se decidía por mayoría simple. Con el tiempo se generalizó la remisión de las actuaciones a la Suprema.
Si el reo era declarado inocente se le comunicaba inmediatamente, a través de la respectiva sentencia absolutoria, la cual solía ser breve. En ella el Tribunal expresaba que, al no haberse probado las acusaciones del fiscal, el procesado quedaba libre después de haber jurado mantener el secreto sobre las actividades del Santo Oficio. Justamente este carácter reservado del proceso inquisitorial así como, en general, de las actividades de la institución, generaba una mezcla de temor, curiosidad e intriga en la sociedad, dando margen a las más descabelladas historias en la intimidad de los hogares.
Los veredictos y las penas se basaban en la demostración de la inocencia o culpabilidad de los procesados así como -en el segundo de los casos- en la gravedad de los delitos atribuidos. De sentenciarse la inocencia, el encausado era absuelto mientras que de fallarse su culpabilidad los inquisidores señalaban las sanciones correspondientes. Cabe añadir que tanto las de carácter físico -azotes, prisión, destierro o muerte- como las de carácter económico -pago de alguna multa o confiscación de bienes- eran las mismas que aplicaban los tribunales civiles no sólo de España sino de cualquier otro país europeo. La particularidad inquisitorial en esta materia, se manifestó en las penas de carácter espiritual: reprimendas, abjuraciones, reclusión para ser instruido en la fe, comparecencia durante un auto de fe en hábito de penitente, suspensión de los clérigos en su ministerio o degradación de las órdenes religiosas, etc.
La relajación se hacía con base en que el Tribunal no condenaba a nadie a muerte, pues hacía lo posible por salvarlo, puesto que era su fin principal, y al no lograr el arrepentimiento del inculpado no le quedaba más remedio que entregarlo al brazo secular para que el Estado lo juzgara conforme a las leyes civiles.
El Tribunal no condenaba directamente a muerte a ningún reo. En tales casos las sentencias inquisitoriales dirían: entregado al brazo secular o relajado al brazo secular. Tal acto consistía en la entrega formal de los reos pertinaces por los jueces inquisidores a los jueces reales ordinarios. La justicia real les impondría las penas que señalasen las leyes civiles: muerte en el quemadero. La entrega al brazo secular se realizaba a instancias del fiscal, quien la solicitaba a los inquisidores. Es interesante resaltar que, a partir de las Instrucciones de Torquemada, se impusieron cada vez mayores restricciones para la adopción de la condena a muerte. De hecho sólo se aplicaba excepcionalmente e iba acompañada de otras sanciones: la excomunión mayor, la confiscación de los bienes del procesado y la inhabilitación de hijos y nietos por línea paterna e hijos por línea materna para ocupar cargos públicos, ejercer ciertos oficios, llevar vestidos de seda, joyas, portar armas y montar a caballo. Debo agregar, en honor a la verdad, que la pena de muerte en el quemadero no era exclusividad de la Inquisición puesto que la justicia real la imponía en los delitos de sodomía, bestialidad y adulteración de moneda.
Relativamente pronto, pues, el Santo Oficio vacila en matar. En la mayoría de los casos graves la pena normal es la reconciliación, con la confiscación de los bienes, esto último por lo demás no siempre aplicado en la práctica, y la prisión perpetua. Pero, atención, en lenguaje inquisitorial, perpetua quiere decir cuatro años como máximo....
Cuenta la historia, que en 1793, cuando Luis XVI perdió la cabeza en la guillotina, un masón francés subió al cadalso, empapó su mano en la sangre del rey, la agitó ante las masas y exclamó: ¡ Jacques de Molay, has sido vengado !.
Hasta nuestros días, los aspirantes a Caballeros del Temple en su ceremonia de admisión, deben escupir un crucifijo, en lo que se considera el rito de la venganza (Kadosh), por el sacrificio de Jacques de Molay. No olvidemos que la masonería tiene el mismo ritual para la admisión del grado 29 y que en el de la aceptación del grado 30, o caballero " Kadosh " se pisotea la tiara pontificia.
Que El Temple haya sido desde su nacimiento y hasta nuestros días, hoy bajo diferentes ropajes, una organización masónica, sigue siendo tema muy controvertido entre los entendidos, y aunque las pruebas en su contra sean apabullantes y no obstante la abundantísima literatura prohijada por las sociedades masónicas a su favor, tal vez la verdad integral nunca se sabrá.
La masonería moderna no es otra cosa que la Orden Templaria reencauchada y las preceptorías templarias de antes, se mimetizaron en los bancos de hoy, que bajo control de la masonería sionista han establecido la dictadura financiera internacional para sus oscuros propósitos.
No ocurrió nada distinto, a que la serpiente mudó de piel en Escocia, país donde se refugiaron los que huyeron.
Los templarios de Portugal fueron exonerados de culpa y se camuflaron bajo el nombre de Caballeros de Cristo. Vasco de Gama fue uno de ellos y Enrique el Navegante fue gran maestre de la Orden. La cruz templaria o familiar cruz roja " Patté " fue la insignia bajo la cual navegaron los barcos de los Caballeros de Cristo y también las carabelas de Colón, quien estaba casado con la hija de un ex gran maestre de la orden y también tuvo acceso a las cartas de navegación de su suegro.
¿Fueron, pues, los viajes del Gran Almirante otra de las monumentales empresas planeadas y organizadas por criptojudíos masones y apoyada por los Templarios, para conseguir su gobierno universal?
Otra vez habían golpeado primero y entrado con pie firme al Nuevo Continente.
Los judíos siguieron emigrando en grandes cantidades a la América del Sur, especialmente a Brasil. Cuando se presentó un conflicto armado entre holandeses y brasileños, muchos decidieron trasladarse a Nueva York que era la colonia holandesa situada más al norte.
A pesar de que el gobernador holandés Peter Stuyvesant no los quería en su territorio y pidió su expulsión, ellos lograron a través de grandes inversiones en la Sociedad Colonial Holandesa, que fueran tolerados, pero prohibiéndoseles el desempeño de funciones públicas y el comercio al por menor, lo cual aprovecharon para convertirse en poco tiempo en los monopolistas del comercio internacional mayorista.
Años más tarde ya consolidados, oteaban desde las alturas financieras de Wall Street los bancos judíos Kuhn, Loeb Co, Séller & Co, J. &. W. Seligmann Co., Lazard Hermanos, Ladenburg, Thalmann Co, Hallgarten & Co, Knaudt Nachod Küehne, Goldmann, Sachs & Co, y muchos más.
Los judíos lograron pues imponer su sello en la primera potencia mundial hasta el punto de que Werner Sombart, en su libro Los Judíos y la Vida Económica, páginas 38, 43, afirma: Lo que vulgarmente se llama AMERICAN, no es otra cosa que el espíritu judaico destilado.
El socialista francés del siglo XIX Pierre Proudhon en Lésarisme et Christianisme afirmaba: El judío es, por temperamento, un anti-productor; ni campesino ni industrial, ni siquiera un verdadero comerciante. Es un intermediario, siempre fraudulento y parasitario que opera en el comercio como en la filosofía, por medio de la falsificación…Solo conoce de la suba y la baja de los precios, del riesgo del transporte, de la incertidumbre de las cosechas, del peligro de la demanda y de la oferta. Su política en economía siempre ha sido enteramente negativa, enteramente usuraria; es el principio del mal, Satan, Ahriman, encarnado en la raza de Sem.
Y este Representant du peuple decía el 11 de mayo de 1848: ¡Los judíos, otra vez los judíos, siempre los judíos! Bajo la República, al igual que bajo Luis-Felipe y bajo Luis XVI, estamos a la merced de los judíos.

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