martes, 7 de julio de 2009

LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

VI


LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE





El caso de Rusia constituye un capítulo aparte, pues el asesinato de la familia imperial con el Zar Nicolás II a la cabeza, marcó el tal vez más grande complot sionista de la historia para establecer un gobierno universal.
Karl Marx nació en Trier (Tréveris), Alemania, el 5 de mayo de 1818, como descendiente por padre y madre de antiguas familias judías de rabinos talmudistas de fuerte raigambre imperialista. Su apellido judío era Mardochai. Su abuelo fue rabino de Colonia, Alemania.
Cuando Marx tenía seis años, su padre y toda su familia se convirtieron aparentemente al protestantismo, pero seguían practicando en secreto el judaísmo. El pequeño Karl fue enviado a clases de Talmud con los rabinos y, a medida que fue creciendo, se fue despertando en él la idea de buscar la forma de conseguir la expropiación de los bienes de los no judíos para ponerlos en manos de los judíos y, para realizarla, fue decisiva la ayuda de uno de sus maestros, el rabino Baruch Levy de la secta Neo-mesiánica.
Baruch Levy escribió a su discípulo Marx la carta que contiene un resumen de la doctrina revolucionaria del Neo-mesianismo judío y que causó gran escándalo en Europa.
Su texto, según la obra Les Origines Secrètes du Bolchevisme de Salluste, (Edición Lules Tallandier, País, 1930, páginas 33 y 34), dice:
El pueblo judío colectivamente tomado, será su propio Mesías. Dominará al mundo entero, logrando la unificación de las razas humanas, la supresión de las fronteras y de las monarquías, baluartes del particularismo. Establecerá una República Universal, que dará en definitiva, carta de ciudadanía a todos los judíos. En esta nueva organización de la humanidad, los hijos de Israel, esparcidos por el mundo, hijos de una misma raza y de una misma educación tradicional, se convertirán sin oposición, en el elemento por todas partes dirigente, sobre todo si logran imponer a las masas obreras, la dirección de algunos judíos. De esa manera, con el amparo de la victoria del proletariado, los gobiernos de las naciones integrantes de la República Universal, pasarán fácilmente a manos israelitas. La propiedad individual, podrá ser entonces suprimida por los gobiernos de raza judía, que administrarán en todas partes la riqueza pública. Y así se cumplirán las promesas del Talmud, de que al llegar los tiempos del Mesías, los judíos tendrán en sus manos, las riquezas de todos los pueblos del mundo.
Obviamente también esta vez los judíos tratan de ocultar y negar su autoría de estos hechos endilgándole a Marx el atributo de “Judío Renegado”, cuando las pruebas de que Karl Marx actuó como instrumento del sionismo, son apabullantes.
Su papel fundamental como uno de los inspiradores del socialismo y del comunismo, animado por el materialismo hebreo, se lo atribuyen a Marx el historiador judío, Doctor Marx Raisin en su libro Historia del Pueblo de Israel, (Editorial La Verdad, México D.F. 1942) y el escritor judío, contemporáneo de Marx, Bernard Lazare, en su obra L´antisemitisme, son histoire el ses causes, (Edición León Chaylleyé, París, 1894).
En la página 57 del citado libro de Raisin Historia del Pueblo Judío reconoce la gran importancia que tuvieron los judíos en la Revolución Liberal Burguesa Alemana de 1848 y en cuanto al papel de Marx, citamos:
El socialismo fue él mismo, hasta cierto grado, un producto de la mente judía. En el dominio de la teoría y del análisis científico, fue la obra de Carlos Marx.
Citando también al mencionado Bernard Lazare sobre Marx, leemos:
Este descendiente de una línea de rabinos y doctores (del judaísmo), heredó toda la fuerza lógica de sus antepasados; fue UN TALMUDISTA lúcido y claro, al que no embarazaban las cándidas minucias de la práctica; UN TALMUDISTA que se ocupó de la sociología y que aplicó sus cualidades de exégeta a la crítica de la economía política, estando animado por el materialismo hebreo.
En un discurso pronunciado en Valladolid el 4 de marzo de 1934, José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange Española, denunció que mientras Marx formulaba leyes implacables sobre la producción y los intereses de los patronos y los obreros, escribía cartas a su amigo Federico Engels diciéndole que los obreros eran una plebe y una canalla de la que no había que ocuparse sino en cuanto sirviera para la comprobación de sus intereses.
También todos los partidos que intervinieron en la Revolución Rusa eran manejados por judíos, veamos:
Entre los Cadetes (Democráticos Constitucionales) que derribaron al Zar, estaban:
Vinaver, Grusenberg, Jollos, Hessen, Herzenstein, entre otros.
Entre los viejos Narodniki o Voluntad del Pueblo, los anarquistas “moderados” Bramson y Nathanson.
Con los Mencheviques se encontraban: Martov, Trotzki, Dan, Martinov, Liber (Goldman), Abramovich y Gorev.
Entre los internacionalistas: Steklov, Sujanov, y otros.
Con los Social-revolucionarios: Gotz, Bernstein, Bunakov y Ruthenberg.
Entre los socialistas revolucionarios de izquierda: Kapelinsky, Ehrlich, Linde, Steinberg, Proschian, Schlichter y Schreider.
Y finalmente, con los bolcheviques: Kamenev, Zirioviev, Radek, Litvinov, Borodin, Frumkin, Goloschekin, Hanecky, Yarolausky, Lashevich, Liadov, Sokolnikov y Sverlov.
Según la hagada o ley judía, Lenín fue un judío periférico de sangre impura, porque aunque su madre fue judía, lo que le confiere a los judíos el derecho a prestar los juramentos de fidelidad, secreto y obediencia absoluta, su padre no fue considerado en ese entonces como judío, aunque investigaciones posteriores demostraron que el padre de Lenín también fue judío de estirpe Tártaro-Khazar, como fue confirmado por el historiólogo húngaro Istvan Bakony, en el capítulo X de su libro Imperialismo, Comunismo y Judaísmo, las tres fuerzas que dominan al mundo.
Este mismo autor investigó también acerca de la madre de Lenín y afirma que era de la familia judía alemana Blank de Lübeck (de esta misma ciudad del norte de Alemania proviene la familia judía Frahm, uno de cuyos vástagos, Karl Frahm, adoptó fingidamente el cristianismo y como Willy Brandt llegó a la jefatura del SPD, Partido Socialista Alemán y más tarde, a Jefe de Gobierno o Bundeskanzler de la República Federal de Alemania).
Antes de la Revolución de Octubre, los partidos que aparentaban ser enemigos, unos de otros, profesaban obediencia a sus rabinos y actuaban bajo una jefatura común que no trabajaba, ni en beneficio de Rusia, ni de su pueblo, sino en provecho de la nación judía.
Y todo se fue sucediendo según los planes sionistas: Los partidos Centristas Moderados derrocaron al Zar e instauraron una “democracia” dirigida por el Poder Oculto Judío.
Luego hicieron las maniobras que llevaron al gobierno del centro a la izquierda moderada y más tarde el jefe de ésta, el judío Alexander Kerensky (Kerensky fue el nombre adoptado de su padrastro al casar su madre con el ruso Kerensky a la muerte de su esposo el judío Adler) entregó el poder al judío comunista Lenín en la forma descarada que toda persona informada ya conoce.
Lo primero que hizo Lenín fue mandar a asesinar a los comandantes de las Fuerzas Armadas, a los intelectuales, a la nobleza y a la burguesía no judía. Después se asesinaron a tres millones de obreros y a siete millones de campesinos que tuvieron la osadía de exigir a los judíos comunistas que le cumplieran al proletariado sus falsas promesas, que sólo habían servido de anzuelo para que las clases trabajadoras apoyaran una falsa revolución.
Los bolcheviques hicieron prisioneros al Zar Nicolás Alexandrovich, a la Zarina Alejandra Feodorovna y a sus hijos, el 15 de abril de 1917 y los fusilaron.
La historia aún no ha podido establecer con exactitud, si todos los niños de los zares fueron fusilados con sus padres o si la pequeña Anastasia pudo escapar al crimen.
Para no entrar en interminables detalles sobre la autoría y el control judíos en la Revolución Rusa, reproducimos el cuadro de la página 247 del Judío Internacional de Henry Ford:

PRUEBA ESTADÍSTICA DEL PREDOMINIO JUDÍO EN RUSIA ROJA


Miembros totales
Miembros judíos
Porcentaje judío
Consejo de Comisionarios Populares
22
17
77%
Comisión de Guerra
43
33
77%
Comisariado de Asuntos Exteriores
16
13
81%
Comisariado de Hacienda
30
24
80%
Comisariado de Gracia y Justicia
21
20
95%
Comisariado de Instrucción Pública
53
42
79%
Comisariado de Socorros Sociales
6
6
100%
Comisariado de Trabajo
8
7
88%
Delegados de la Cruz Roja Rusa en Berlín,



Viena, Varsovia, Bucarest, Copenhague
8
8
100%
Comisionarios de Provincias
23
21
91%
Periodistas
41
41
100%

Al conocerse en Nueva York el derrocamiento del Zar de Rusia, un personaje no judío de renombre universal, alabó en un discurso a un influyente judío, cabeza de la poderosa casa bancaria Kuhn Loeb & Co, a Jacobo Schiff, por haber facilitado el dinero para el derrocamiento del Zar. Los asesinos de Nicolás Romanov, de su esposa, de sus pequeñas hijas y de su hijo enfermo, fueron cinco diputados sovietistas, todos judíos.
Sir Winston Churchil afirmaba en un discurso pocos años después de la Revolución de Octubre:
Hay personas en este país –ellas serían las primeras en rechazar el calificativo de patriotas– que se alegrarían si Lenin y esa extraña y tenebrosa banda de anarquistas y aventureros judíos lograran, sin obstáculos ni rivales, subir al elevado trono de los Zares, y al despotismo de un sistema tirànico unieran una propaganda destructora. Se apresurarían a ser los primeros en arrojarse a los pies de estos nuevos tiranos.
...Esta terrible catástrofe ha sido producida por una banda relativamente pequeña de revolucionarios profesionales, la mayor parte judíos, que ha sorprendido al desgraciado pueblo ruso en un momento de debilidad e ignorancia, que han experimentado en ella con lógica cruel todas las doctrinas comunistas que aquí en nuestro país podemos proclamar tan libremente. En Rusia las han realizado. Han convertido en efecto las palabras en hechos, asesinando desconsideradamente a todo el que se les pusiera delante.
...Es un espectáculo nunca visto, el que una banda de conjurados sin patria, salidos del hampa de las grandes urbes europeas y americanas, trabaje bajo la dirección despótica de un país que un día fue el poderoso e imponente imperio ruso.
En la pág 256 de Alerta a Occidente Editorial Acervo, Alexander Solzhenitsyn escribió:
Pero yo me he limitado a dar los nombres de las personas que dirigían entonces, los destinos del GULAG, de los jefes de la NKVD, de los directivos de la Construcción del Canal del Mar Báltico. Aquí están los principales (Frenkel, Firin, Uspensky, Aron Solts, Jacobo Rappoport, Matvei Berman, Lazar Kogan, Genrikh Yagoda). Yo no tengo la culpa de que todos ellos sean de procedencia judía. No se trata de una selección artificial realizada por mí. La separación la ha hecho la historia.
Pero para abreviar, dejemos que G. Edward Griffin en su obra The Creature from Jekyll Island”, American Opinion Books, Appleton, Wisconsin, 1995 p.p. 124 y 125 nos ilustre acerca de cómo el comunismo no fue otra cosa, que uno de los engendros mazónicos en su desesperada búsqueda del gobierno global:
(…)Pero, ¿cuándo se fue el comunismo? NO podemos estar seguros; sólo sabemos que una mañana leímos los diarios y nos enteramos de que la hazaña se había llevado a cabo. Había socialdemócratas por todas partes y quedaban pocos comunistas. Los líderes rusos hablaban como si ellos fueran enemigos tradicionales del antiguo régimen. Había llegado la perestroika; el comunismo había muerto. No había sido aniquilado por un enemigo; se había botado a sí mismo fuera de la existencia; ¡Se había suicidado!.
¿No parece extraño que el comunismo haya caído sin ninguna batalla? ¿No resulta curioso que un sistema que nació de la lucha de clases y de la revolución, y que se mantuvo en el poder por la fuerza y la violencia durante casi un siglo simplemente se retirara por propia voluntad? El comunismo no fue derribado por el pueblo en armas… No hubo ninguna revolución y contrarrevolución; ningún largo período de fragmentación; ninguna lucha sangrienta entre facciones opuestas… ¡¡Puff!! Simplemente se fue… Semejante hecho jamás se había producido en toda la historia… ya que ha sido contrario a la manera en que los gobiernos actúan; contrario a la propia naturaleza del poder el cual jamás se rinde sin una lucha a muerte. [El resaltado es nuestro]. Ésta, en verdad, fue una gran curiosidad que debería hacer que la gente lo medite un poco más a fondo.
Para ahondar sobre el tema, copiamos nuevamente del citado trabajo “El Cerebro del Mundo…”, p.p. 324 y 325:
Ello permitiría comprender mejor el enamoramiento de determinados círculos políticos e intelectuales en Occidente desde mediados de los años ochenta con Mikhail Gorbachev, a quien la revista Time (controlada por miembros del CFR desde hace décadas), en su afán por honrarlo lo nombró “Hombre del Decenio”, en 1990, apartándose de su propia tradición de nombrar a la personalidad (a su criterio) más importante del mundo como apenas el “Hombre del Año”. Hoy Gorbachev, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1990 por “su rol en el proceso de paz que hoy caracteriza importantes sectores de la comunidad internacional” (según el Comité Nobel, citado por The New York Time 1999 Alamanc), sigue siendo un referente clave en el camino hacia el globalismo, ejerciendo importante influencia a través de la Fundación Gorbachev que opera con la financiación de capitales occidentales y que en 1995, por ejemplo, convocó a 500 figuras de máximo prestigio y poder al elegantísimo hotel The Fairmont de San Francisco, California. Entre los participantes se destacaron sus grandes amigos George Bush, George Shultz (ex-Secretario de Defensa del presidente Ronald Reagan), Margaret Thatcher, Kart Biedenkopf (presidente del gobierno de Sajonia y miembro de la Trilateral Comission), David Packard, Zbigniew Brzezinski y Jeremy Rifkind, entre otros (ver Hans-Peter MARTIN y Harald SCHUMANN, La Trampa de la Globalización).
La Sociedad de Sociedades había enfrentado los dos sistemas opuestos en una lucha por la supervivencia, pero con un mismo objetivo y ambos bajo control judeomasónico, para alcanzar el control planetario. El comunismo debió cederle el paso al capitalismo “triunfante” y obedeciendo órdenes superiores, tiró la toalla sin ofrecer resistencia.
Para quienes quieran enterarse más amenamente acerca de cómo unos cerdos manejan a los otros animales, se les recomienda leer el cuento satírico de George Orwell, “Rebelión en la granja” o ver la película del mismo nombre.
La obra del mismo autor Orwell “Mil Novecientos Ochenta y Cuatro” no es sólo una “novela de política ficción distópica”, sino que son los aterradores presentimientos hechos hoy realidad por el despotismo judeomasónico.
Transcribimos a continuación la información que aparece en la red:
Rebelión en la granja
Rebelión en la granja (Animal Farm) (1945) es un cuento satírico de George Orwell acerca de un grupo de animales en una granja que expulsan a los humanos y crean un sistema de gobierno propio que acaba convirtiéndose en una tiranía brutal. La novela fue escrita durante la segunda guerra mundial y, aunque fue publicada en 1945, no comenzó a ser conocida por el público hasta finales de los años 50. Rebelión en la granja constituye una crítica velada de la Revolución Rusa y una sátira sobre la corrupción del socialismo soviético en los tiempos de Stalin.
Argumento
Los animales de la granja Manor, alentados en su día por el viejo cerdo Mayor, que antes de morir explicó a todos los animales su visión, llevan a cabo una revolución en la que consiguen expulsar al señor Jones y crear sus propias reglas que escriben en una pared.
Todo lo que camine en dos piernas es enemigo.
Lo que tenga cuatro patas o plumas es amigo.
Los animales no deben usar ropa.
Ningún animal debe dormir en una cama.
Ningún animal beberá alcohol.
Ningún animal matará a otro animal.
Todos los animales son iguales.
Al principio la granja es mas próspera incluso que cuando el señor Jones la administraba, pero con el paso del tiempo, los cerdos, que se habían autoerigido como líderes por ser más inteligentes, empiezan a abusar de su poder y manipulan los mandamientos en su favor. Dos de estos cerdos, Snowball y Napoleón, se muestran como los líderes, pero empiezan a mostrar diferencias que acaban cuando Napoleón lanza a los perros contra Snowball, que huye de la granja. A partir de ese momento Napoleón se erige como único líder, manteniendo a todos los animales bajo su dictadura, mediante la amenaza de los perros, y poco a poco los cerdos acabarán adoptando todos los defectos del hombre por los cuales en su día iniciaron la revolución, hasta que el único mandamiento que queda escrito es:
- Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros.

Significado
Orwell satiriza el régimen comunista soviético representado a través de los animales de la granja. Mayor representaría a Marx, por ser el ideólogo de la revolución. El señor Jones sería Nicolás II de Rusia. Napoleón, con sus medidas para administrar la granja (apropiadas de Snowball) que servirán para llevar a ésta a la prosperidad, aunque ésta sólo mejorará su propia situación y la de los demás cerdos; y su política de restricción de libertades, representa a Stalin. Snowball sería Trotsky, líder militar que posteriormente huye de la granja. Una vez establecido el poder de Napoleón, todo animal que se considerara peligroso sería ejecutado bajo la acusación de ser seguidor de Snowball. Boxer, el caballo, siempre convencido de trabajar más y traicionado a pesar de ello, representaría al proletariado. Las ovejas, analfabetas y acríticas con el régimen, personifican al campesinado.
En otras lenguas
El título original en inglés del libro es Animal Farm, pero la obra fue traducida de modo no literal a las diversas lenguas europeas. Se ajustaron al original la edición alemana: Farm der Tiere, francesa: La ferme des animaux, neerlandesa: Dierenboerderij e italiana: La fattoria degli animali. Los traductores nórdicos se centraron en el camarada Napoleón (danés: Kammerat Napoleon, noruego: Kamerat Napoleon). Por último, el libro tuvo nombres diferentes en los dos principales países de habla portuguesa; O Triunfo dos Porcos en Portugal y A Revolução dos Bichos en el Brasil.

Mil novecientos ochenta y cuatro

Mil novecientos ochenta y cuatro (más conocida como 1984) (en inglés Nineteen Eighty-Four) es el título de una novela de política ficción distópica escrita por George Orwell en 1948 y editada en 1949. En la novela el estado omnipresente obliga a cumplir las leyes y normas a los miembros del partido totalitario mediante el adoctrinamiento, la propaganda, el miedo y el castigo despiadado. La novela introdujo los conceptos del siempre presente y vigilante Gran Hermano, de la notoria habitación 101, de la ubicua policía del pensamiento y de la nueva lengua de políticos y burócratas. Muchos comentaristas detectan paralelismos entre la sociedad actual y el mundo de 1984, sugiriendo que estamos comenzando a vivir en lo que se ha conocido como sociedad Orwelliana. El término Orwelliano se ha convertido en sinónimo de las sociedades u organizaciones que reproducen actitudes totalitarias y represoras como las representadas en la novela. La novela fue un éxito en términos de ventas y se ha convertido en uno de los más influyentes libros del siglo XX.

Se la considera como una de las obras cumbre de la llamada ciencia ficción distópica, junto a la novela de 1932 Un mundo feliz (A brave new world en inglés), de Aldous Huxley. El libro se ha traducido a numerosos idiomas. Algunos consideran a esta novela un plagio de la obra Nosotros escrita por Evgeny Zamiatin en 1921 aunque Orwell reconoció su influencia en su novela (Otra novela a la que se ha acusado de plagio de "Nosotros" es a la novela distópica de 1938 "Anthem" -Título castellano "¡Vivir!"-, de Ayn Rand).

http://es.wikipedia.org/wiki/Rebeli%C3%B3n_en_la_granja
http://es.wikipedia.org/wiki/Mil_novecientos_ochenta_y_cuatro






















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